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Personajes: Un niño, un mago
Contexto y Escenario: En un bosque donde los ríos corren con agua dorada.

El Mago del Bosque Dorado

Había una vez un niño llamado Lucas que vivía cerca de un bosque mágico, donde los ríos corrían con agua dorada. Un día, mientras exploraba el bosque, se encontró con un viejo mago que estaba sentado junto a la orilla de uno de esos ríos brillantes.

El mago, con su larga barba y su sombrero puntiagudo, miró a Lucas y sonrió. "Bienvenido, joven aventurero. He estado esperando que llegues. Este bosque es especial y solo aquellos con un corazón puro pueden ver sus maravillas."

Intrigado, Lucas se acercó. El mago le mostró cómo recoger pequeñas piedras brillantes del fondo del río dorado. "Estas piedras tienen un poder mágico, pero sólo pueden ser usadas para hacer el bien. ¿Estás listo para aprender?" preguntó el mago.

Lucas asintió con entusiasmo y, bajo la guía del mago, comenzó a practicar magia. Primero, hizo florecer una planta marchita, luego, trajo un arcoíris a la tarde gris. Cada hechizo estaba lleno de alegría y generosidad.

Sin embargo, un día, Lucas se dejó llevar por la codicia y usó la magia para crear un enorme tesoro para sí mismo. El bosque, al sentirse traicionado, comenzó a marchitarse y el agua dorada se tornó oscura. Lucas, dándose cuenta de su error, corrió hacia el mago para pedir ayuda.

El mago, con paciencia, le enseñó que el verdadero valor de la magia no estaba en lo que se podía obtener, sino en lo que se podía dar. Juntos, trabajaron para restaurar el bosque y, poco a poco, el agua dorada volvió a fluir.

Desde ese día, Lucas prometió usar la magia solo para ayudar a los demás. Y así, el bosque floreció más que nunca, y el niño aprendió que la verdadera riqueza está en compartir y ser generoso.


Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Lo pasamos por un zapatito roto... y mañana te cuento otro.
Autor: Generado con IA, prompt por Fernanda Moya.

Este cuento es de la categoría: Hadas
Imágenes y textos creados mediante IA.



La verdadera magia de la vida reside en dar y compartir con los demás, no en lo que se puede obtener.

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