Personajes: El tamborilero, el príncipe, la princesa. Contexto: Un tamborilero humilde ayuda a un príncipe encantado a romper una maldición y liberar a su amada princesa.
Érase una vez un pequeño tamborilero que recorría los caminos, tocando su tambor y llevando alegría a todos los que encontraba. Un día, llegó a un pueblo donde se celebraba una gran fiesta. La gente lo recibió con entusiasmo y le pidieron que tocara su tambor para alegrar la celebración.
El tamborilero, emocionado, comenzó a tocar su música. Los niños danzaban, los adultos sonreían y la atmósfera se llenó de felicidad. En medio de la fiesta, un anciano se acercó al tamborilero y le contó que su corazón estaba triste porque había perdido a su amada.
El joven, sintiendo la pena del anciano, decidió cambiar su melodía. En lugar de tocar música festiva, comenzó a tocar una suave y melancólica canción. Poco a poco, la tristeza del anciano se desvaneció y, en su lugar, apareció una sonrisa en su rostro.
El tamborilero comprendió que su música podía no solo alegrar, sino también consolar. Así, siguió tocando, alternando entre ritmos alegres y suaves melodías, haciendo que todos se sintieran parte de su arte. Al final del día, la fiesta fue un éxito y todos recordaron al tamborilero no solo por su música, sino también por su corazón generoso.
Así, el pequeño tamborilero siguió su camino, tocando su tambor y llevando consigo la enseñanza de que a veces, la música puede sanar y unir corazones.
La música tiene el poder de sanar y unir corazones, y un pequeño gesto de empatía puede alegrar la vida de los demás.